Villahermosa en la obra de García Pavón

 

    ... Pasaron la Ossa Camino de Villahermosa, chaparrales. El terreno pierde valentía de las curvas y abultaciones que alcanzó en Ruidera y se modula suavemente mece-tierra, mece-verde, mece-repechos y colinas. Entre sembradíos, sabinares con las puntas levemente declinadas por el viento. Algún cortijo al fondo, escaso de árboles, como mal avenida con la carretera. Y riachuelos menguados que alientan pordioseros el paisaje. Sabinares con olor a hembra encamada. Por Villahermosa se veían hombres aburridísimos, como sin saber dónde ir. Se pararon en la plaza,donde está la iglesia que quería ver el catedrático. Iglesia grande, de traza nórdica, con gran portada gótica. Alta torre poligonal y chapiteles de pizarra. En una plaza de casas bajas, la iglesia parecía excesiva, como para una ciudad que ya no existía. El Faraón soltó unos versos, que según él, cantaban los antiguos del pueblo:

    en lo alto de la torre
    hay un nido de borricos.
    Cuando rebuznan los grandes
    alzan el rabo los chicos.

    Mientras don Julián y sus amigos entraron a ver la famosa iglesia, Plinio y don Lotario marcharon a la Central de teléfonos. Iban por las calles seguidos de sus sombras y de las miradas de algunas mujeres que puerteaban curiosas. A pesar del planchado matinal que le hicieron sus mujeres, el traje de Plinio seguía bastante arrugado, de suerte que, junto al empaque relamido de don Lotario, parecía algo su criado.
    Por la ventana de una escuela se oía a unas niñas cantar una retahíla multiplicativa. Y una vieja, posiblemente centenaria, sentada en el poyete de su puerta, con zuros infantiles, echaba de comer a unas palomas. El grupo era tan parejo de bulto que daba la impresión o de que ella se achicaba para estar a la altura de las palomas, o que estas se agrandaban para verle el albo pelo a la viejecilla.

    GARCÍA PAVÓN, Francisco: Voces en Ruidera, una aventura del Plinio, Rey Lear S.L., Madrid 2008 páginas 169-170